La adolescencia es un tiempo de exploración, de cambio y de preguntas profundas sobre la propia identidad. A menudo pedimos a las personas jóvenes que sepan quienes son, pero es probable que el verdadero acto de sabiduria es aprender a vivir la adolescencia y la identidad como un camino abierto, en donde el «no saber» también tiene valor.
El valor del proceso
Desde la mirada humanista y de la Gestalt, entendemos que la identidad no es una meta, sino un camino que se va haciendo en relación con los otros. Cuando dejamos de exigir respuestas cerradas, se abre un espacio para que aparezca aquello auténtico.
El no saber puede ser incómodo, pero también es un territorio vivo, lleno de posibilidades. Es el lugar donde la vida todavía no está decidida —donde todo puede crecer, si lo cuidamos con presencia.

¿Y si el verdadero acto de sabiduría fuera poder habitar el “no saber” sin prisa?
El adulto que acompaña, no dirige
Muchas personas adolescentes se cierran porque sienten que el mundo adulto juzga, interpreta o quiere “arreglar”. Pero acompañar no es dirigir, sino ofrecer presencia.
Desde el Focusing, esto quiere decir escuchar sin prisa ni intención de cambiar nada, confiando que dentro de cada persona hay una sabiduría que sabe hacia donde ir, aunque no lo pueda explicar con palabras. Cuando una adolescente se siente acogida así, puede empezar a escucharse a ella misma.
La sabiduría del “mientras tanto”
Quizás la sabiduría adolescente no es saber quién soy, sino atreverme a ser mientras busco. Dejarme sorprender por lo que aparece, experimentar, cambiar de opinión, equivocarme, y volver a empezar.
Esta es la libertad del «mientras tanto» : la vida que pasa entre lo que éramos y lo que todavía no sabemos que seremos.
Para terminar
Quizás el mejor regalo que podemos ofrecer a una persona joven —y también a la parte adolescente que todavía vive dentro nuestro— es decirle:
“No hace falta que lo sepas todo ahora. Lo que eres ya es suficiente.”