Política i societat

Política y salud mental: un impacto silencioso

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La política que respiramos cada día

La política no es sólo lo que pasa en los parlamentos o sale en las noticias. Es el aire que respiramos cada día: cuando buscamos trabajo, cuando pagamos un alquiler, cuando hacemos cola en un centro de salud. Lo que deciden las instituciones se convierte en el marco de nuestra vida cotidiana.
Y este marco, aunque a menudo no seamos del todo conscientes, tiene un impacto directo en nuestra salud mental.

Cuando la política pesa demasiado

Cuando la política se convierte en un espectáculo de confrontación permanente, la ciudadanía lo siente:

  • Estrés y ansiedad ante la incertidumbre económica y social.
  • Indefensión cuando parece que nada cambia a pesar de los esfuerzos.
  • Desconfianza cuando las promesas políticas se repiten sin cumplirse.
  • Polarización emocional cuando las diferencias políticas rompen amistades, familias y comunidades.

No son sólo ideas abstractas. Son vivencias reales que erosionan nuestro bienestar.

Salud colectiva, salud democrática

La salud mental no es sólo individual. Somos seres comunitarios: nos hacemos y nos reímos a través del vínculo con los demás. Cuando las instituciones pierden credibilidad y la política se convierte en lucha de poder, la sociedad también se fragmenta.
Una política que no cuida a su gente genera ciudadanos cansados, descreídos y apáticos. Y una democracia sin ciudadanía activa es una democracia frágil.

Si eres un líder, escucha con calma la palabra del que te suplica, y no lo rechaces hasta que haya dicho todo lo que lleva dentro de él

Una mirada humanista

Ya en el antiguo Egipto, en las Enseñanzas de Ptahhotep, se recordaba a los gobernantes que su deber principal era la escucha y el control de las propias emociones. Ptahhotep advertía: «Si eres un líder, escucha con calma la palabra del que te suplica, y no lo rechaces hasta que haya dicho todo lo que lleva dentro de él.» Esta sabiduría milenaria nos muestra que la conexión entre política y salud emocional no es una moda reciente, sino una necesidad atemporal: gobernar bien implica cuidarse y, sobre todo, cuidar la manera en que nos relacionamos con los demás.

Desde mi experiencia en la Gestalt, el Focusing y el trabajo social, veo claro que política y salud mental deberían ir de la mano. No hablo sólo de más psicólogos en el sistema público —que también—, sino de un cambio de mirada:

  • Dar espacio a la escucha real, también en la vida política.
  • Incluir indicadores de bienestar emocional en las políticas públicas.
  • Entender que el conflicto no es enemigo, sino oportunidad de crecimiento colectivo.

¿Por qué es tan urgente?

Porque detrás de cada ley y de cada debate hay personas que sufren, que sueñan y que quieren vivir con dignidad. Y porque el malestar emocional no es sólo privado: cuando se extiende, mina la confianza y la convivencia.
Una política que cuida la salud mental de la ciudadanía no es un lujo: es la única manera de tener una democracia viva y sostenible.

Y tú, qué piensas?

Has sentido alguna vez que la política te afectaba emocionalmente? Crees que la salud mental de la ciudadanía tendría que ser un tema político de primer orden?

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